FeTERA
Institucional

FeTERA – Quienes Somos

Quienes conformamos la FeTERA, aspiramos a sumarnos a la epopeya de hacer de la Argentina UN PAÍS QUE MEREZCA SER VIVIDO.

Nos encontramos transitando los últimos momentos del segundo milenio, en una Argentina que ha profundizado la explotación económica, social y política de los trabajadores.

El imperio del régimen capitalista, basado en la propiedad sobre los medios de producción y de cambio en lo económico, una superestructura regida por la instauración extrema de un modelo neoliberal-conservador, ha sumido a la clase obrera en una profunda explotación, transformándola en objeto de miseria, desocupación, injusticia, ignorancia y descalificación profesional.

El traslado permanente de la renta percibida por los trabajadores a las arcas de los poderosos, a la vez que se adoptan medidas para asegurar el crecimiento de su cuota de ganancia, son las metas de los gobiernos, que han liquidado casi en su totalidad las innumerables conquistas laborales que habían sumido en su logro décadas de lucha, algunas de esas conquistas existentes desde comienzos del siglo XX. Estas políticas han favorecido el crecimiento de los grupos económicos a través de la concentración y centralización financiera y productiva, liquidando el área estatal de la economía, y trocando, en muchos aspectos, el monopolio necesario del Estado por el monopolio egoísta e inhumano de la actividad privada.

Este régimen económico-social inhumano e inmoral, ha cambiado la realidad de nuestro país. Él generó gobiernos militares dictatoriales que, a través de los despidos, torturas, prisiones, exilios, desapariciones, descabezaron los sectores de trabajo, liquidando toda una generación de dirigentes gremiales en formación que ha producido una grave ruptura en la estructura de la clase obrera. Ello ha favorecido el desarrollo de ideas individualistas, del «sálvese quien pueda», ha generado cambios importantes en dicha estructura y ha permitido el avance del «cuentapropismo» a costas del obrero de la gran industria.

Esa estructura se ha visto transformada por el propio modelo económico-social neoliberal instaurado, aplicado gracias a esa «depuración genética», que accionó en la transformación de la economía a costa de la vida de los hijos de la clase obrera y a favor de los beneficios de una burguesía insaciable que siempre accionó a espaldas de los intereses del país y de su pueblo, restringiendo la producción para invertir en los parasitarios canales de la «circulación financiera»; produciendo la destrucción del aparato productivo; generando una deuda externa artificial y monstruosa, impagable, que ha hipotecado la tranquilidad y el futuro de varias generaciones de argentinos, participando como «lobbies» de las multinacionales en la entrega de nuestra soberanía, con la liquidación del área estatal de la economía.

La función social que representa el trabajo del hombre, que el régimen existente transforma en mercancía, se ha tornado, pura y exclusivamente, en fuente de riqueza, de interés y lucro privados, desviando sus frutos (que deberían ir dirigidos hacia el bien común), el beneficio individual de los dueños de la economía.

El pretender acomodar su vigencia y acción a las leyes y normas surgidas del sistema imperante, ha llevado al viejo modelo sindical a la burocratización de sus procederes, anquilosando su actuación, a su transformación en el modelo sindical-empresario, priorizando su estructura y objetivos a lo que determinaba el poder establecido, a alejarse cada vez más de la defensa de los intereses de los trabajadores acercándose a los del poder, hasta, en algunos aspectos, fundirse con él, provocando, no solo el debilitamiento y casi paralización de la función gremial, sino el desprestigio de dirigentes y organizaciones a la vista de los trabajadores, y el abandono absoluto de la defensa de los derechos de éstos.

El enriquecimiento de los dirigentes, la adopción de formas de vida y normas de conducta correspondientes a la clase alta, mimetizándose con ella, la aceptación de la liquidación de las conquistas y de la totalidad de la legislación laboral, una de las más avanzadas del mundo, han generado en el mundo del trabajo el total descreimiento hacia dicho modelo sindical, y el creciente desamparo respecto a las medidas que se adoptan desde la función pública, que mira, de manera absoluta, hacia el crecimiento de las arcas de los poderosos.

Al margen de éste existe otro modelo sindical que toma lo más rico de la historia de la clase obrera, de sus compromisos, de sus objetivos y personajes. Un modelo sindical que pone en el centro de su accionar al propio trabajador, la defensa de sus derechos y conquistas, su protagonismo y la lucha por sus reivindicaciones.

Porque no solo hoy cabe a los trabajadores recuperar en sus organizaciones sindicales la vigencia de las normas, conceptos y valores esenciales que han servido para su desarrollo paulatino en otros momentos de su historia; hoy, la realidad económico-social del país les muestra todo el anacronismo de un sistema social que no responde a sus necesidades, ni al futuro de sus familias, ni del país.

Recuperar el creimiento en sus propias fuerzas, en los dirigentes y organismos sindicales; retejer la amplia malla de la solidaridad, tendiendo la mano al pueblo necesitado y marginado, recibiéndola en reciprocidad; poner nuevamente en vigencia los valores centrales que hacen a su condición de trabajadores; levantar las banderas de la unidad, la democracia y la independencia sindicales, ésta fundamentalmente en lo atinente a las patronales, el Estado y los partidos políticos; elevar la vista hacia un futuro de perfeccionamiento humano y bienestar general; accionar por un país distinto, válido para el crecimiento y desarrollo, sin trabas ni limitaciones, de todas las potencialidades con que cuenta el ser humano; soñar con una sociedad más justa, donde el hombre deje de ser amenaza para el hombre, donde la niñez tenga educación y salud, donde la mujer pueda desarrollar todo su conocimiento y posibilidades, donde los «niños de la calle» reencuentren el amor verdadero de sus hogares y no los «escuadrones de la muerte», donde los ancianos, luego de una vida de sacrificios y de luchas, vuelvan a tener futuro y formen parte privilegiada de una sociedad que ellos ayudaron a construir, y donde el trabajo productivo, la riqueza más importante con que cuenta toda nación, pase a ser valorado como lo que es, la simiente de todo lo que ha existido, existe y existirá, la construcción del propio hombre.

Estas generalidades forman parte de un tesoro destinado a ser rescatado por los trabajadores, en la medida que estos entiendan la posibilidad de que se puede cambiar la historia y la realidad, si se alcanza a comprender:

– que la clase obrera surge como elemento básico y permanente que genera el capitalismo;
– que el movimiento obrero aparece en la historia como necesidad ineludible de los trabajadores para enfrentar el nuevo sistema, y
– que un país que merezca ser vivido por todos, solo lo será en la medida en que los trabajadores y las organizaciones que los nucléan adquieran la noción de sus propias fuerzas y las pongan al servicio de su emancipación social.

Esto solo es posible retomando con fuerza los principios de unidad y solidaridad social, de respeto y ayuda mutua, en contra de todo acto de discriminación, no solo de razas, credos, nacionalidad o sexo, sino de todos aquellos elementos de intolerancia que genera la sociedad en que nos toca vivir.

Dentro de estos principios, los trabajadores de la energía nos sumamos a los principios del nuevo modelo sindical y aspiramos a rescatar los bienes argentinos que son de los argentinos (energía eléctrica y nuclear, el gas, el petróleo, el carbón, el agua y toda otra fuente), para devolverlos al control del Estado, destruyendo la soberbia que entiende en la palabra «soberanía» un elemento retrogrado que no hace a la argentinidad.

Aspiramos a valorar al hombre como verdadero hermano del hombre, y a la solidaridad, como la herramienta que permitirá unificar voluntades para la lucha común.

Aspiramos a insertar a nuestro país en un mundo del futuro, no a costa del hambre, la desocupación, la marginalidad, la ignorancia, de la inmensa mayoría de la población y en beneficio de grupos económicos que solo buscan su lucro, sino desarrollando todas las potencialidades de nuestro pueblo, en el marco de la justicia social.

En síntesis, aspiramos a sumarnos a la epopeya de hacer de la Argentina

UN PAÍS QUE MEREZCA SER VIVIDO