Hemos recibido la siguiente nota del Secretario General de la Asociación de Profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Actividad Nuclear:
Las “verdades” de Rubén Quintana
por Andrés J. Kreiner, Secretario General de APCNEAN
En un reciente artículo en TSS, Rubén Quintana, el actual vicepresidente de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA), nos dice:
“Cuando entramos a ver las cosas que tenían que hacerse y todos los parámetros que había que hacerle a una central CANDU para poder licenciarla en un sitio en el que ya hay dos centrales prototipo, vimos que era muy complicado y muy costoso. Para licenciarla hay que hacer casi 70 modificaciones muy complicadas, necesita muchísimas horas/hombre, que no tenemos y deberíamos contratar afuera. Por eso nos decidimos por la Hua Long (de uranio enriquecido y agua liviana), que es una central mucho más poderosa y con mucho más rendimiento. Es una central de cuarta generación, mientras que Embalse es de segunda generación. En estos meses desde que hemos asumido estamos resolviendo los detalles de los contratos con China y también hay que resolver el tema de la deuda externa porque esto es de un capital muy intensivo. que requiere financiación y que si no es por el lado chino no existiría, pero lo vamos a hacer”.
Ésta es mi respuesta:
Que el Sistema Nuclear Argentino junto con las empresas privadas del sector, entre ellas numerosas PyMES, está preparado y deseoso de encarar las “casi 70 modificaciones muy complicadas que necesitan muchísimas horas/hombre” –RQ dixit- necesarias para actualizar el diseño CANDU a las condiciones actuales de licenciamiento en el país.
Que estos desafíos, que inexplicablemente el vicepresidente de la operadora estatal de centrales nucleares rechaza, son los que más necesita el país para complejizar su entramado industrial y productivo, utilizando el conocimiento disponible en el sistema de CyT, y minimizando la erogación de las divisas que el país tanto necesita.
Que jamás hubiéramos tenido 70 años de desarrollo nuclear ininterrumpido si hubiéramos clasificado como “muy complicados y costosos” los proyectos de construcción del primer reactor de investigación (RA-1) y la primera central nuclear de potencia (Atucha-I) en Latinoamérica, la fabricación de agua pesada, la producción de radioisótopos, el enriquecimiento de uranio, y el diseño y construcción del reactor CAREM, entre muchos otros.
Que afortunadamente y para orgullo del país, esa no fue la posición del Poder Ejecutivo Nacional – ni de NA-SA, como empresa- en el año 2006, cuando decidió encarar el titánico desafío de la finalización de Atucha-II con trabajo e ingeniería argentinas, asumiendo NA-SA el importantísimo papel de arquitecto-ingeniero. Curiosamente, Quintana mismo era miembro del directorio de esa compañía estatal de la que hoy es vicepresidente.
Que la industria nuclear en la Argentina fue concebida y posee, hoy más que nunca, el potencial de multiplicar el valor agregado e impulsar el desarrollo tecnológico para elevar la calidad de empleo y de vida de todos los argentinos.
Que es nuestra responsabilidad, tanto mayor cuanto mayor sea la jerarquía de nuestros cargos, mantener y potenciar ese valor histórico del que por otro lado estamos todos muy orgullosos, al momento de lucir nuestros logros en los foros internacionales a los que nos han catapultado, entre ellos fomar parte del G-20 o integrar el NSG (Nuclear Suppliers Group)
Que invitamos a Quintana a mostrar los datos concretos que le permiten concluir que la central Hualong es una central “con mucho mejor rendimiento”, según él, que la central CANDU. Anticipamos que tendrá un problema: la tarea es imposible porque a fecha de hoy no se ha terminado de construir ninguna central Hualong en el mundo para comparar su calidad operativa contra la de nuestra CANDU de Embalse. Y de decenas idénticas o similares, construidas con y sin licencia canadiense, en 7 países.
Que lo que realmente habría que revisar es por qué el gobierno de Cambiemos frenó el acuerdo del 2015 con la República Popular China, a saber: la construcción financiada de una CANDÚ argentina y luego la de una Hualong dentro del mismo paquete de financiación. Era conveniente para ambas partes.
En realidad, casi todo lo que Quintana dice que deberemos rehacer y modificar para actualizar una CANDÚ de los años ’70 y generación II a estándares contemporáneos… ya se hizo.
Y se lo hizo bien, durante el Proyecto de Extensión de Vida (PEV) de Embalse. Y mientras él estaba en NA-SA, de modo que no puede no haberlo visto.
Sin embargo, Quintana dice que debido a la complejidad de resolver esas “casi 70 modificaciones” tenemos que tirar por la borda más de 50 años de enormes esfuerzos e inversiones mil millonarias en dólares.
Es interesante e importante revisar aquel proyecto de extensión de vida (PEV) de nuestra única central CANDÚ, Embalse, en Córdoba, en preparación desde 2010 y terminado en 2018.
Garantiza 30 años más de vida operativa a una máquina que, por sus primeros 30 años de trayectoria, es la de mayor disponibilidad no sólo del parque nucleoeléctrico, sino del parque eléctrico argentino en general.
En materia de Seguridad Nuclear, la extensión de vida de Embalse incorporó en su alcance el 90% de los rediseños y las acciones surgidas de las lecciones aprendidas del accidente de Fukushima en 2011.
En lo que se refiere a diseño, fabricación e instalación del reactor CANDU 6 (calandria, canales de los combustibles, detectores y mecanismos de reactividad), resulta que durante la extensión de vida se reemplazó aproximadamente el 60% de estos componentes.
De los componentes reemplazados, principalmente los canales combustibles, el 95% fueron fabricados en Argentina por CONUAR, empresa mixta nacional. La totalidad de los componentes reemplazados fueron instalados con mano de obra argentina, con asistencia de unos pocos especialistas del diseñador canadiense.
De los componentes que no se reemplazaron durante la extensión de vida, la capacidad de fabricarlos en la Argentina se estima en el 100%. La excepción es materia prima, aleaciones especiales forjadas que se compran en lingote y se manufacturan aquí.
En materia de diseño, fabricación e instalación de componentes pesados de grado nuclear (intercambiadores, generadores de vapor, tanques, etc.), durante el Proyecto de Extensión de Vida se reemplazaron componentes de gran tamaño: los 2 intercambiadores de calor del moderador y los 4 generadores de vapor. El diseño es canadiense, pero la fabricación fue argentina según normas ASME III (American Standards of Mechanical Engineering), las más exigentes de la industria, y la hicieron las empresas IMPSA, AESA y CONUAR, y con normas similares, también INVAP.
En relación al ensamble en taller de estos equipos, los intercambiadores de calor del moderador fueron fabricados en un 100% (con excepción de aleaciones forjadas). Los generadores de vapor tuvieron un reemplazo parcial, ya que sólo se cambió su parte inferior, lo que en términos de valor da un 60% de fabricación nacional en las instalaciones de IMPSA, en Mendoza. El 40% restante de los generadores de vapor IMPSA tiene las capacidades de construirlos, aunque en este caso no fue necesario.
Argentina a través de CONUAR-FAE demostró las capacidades de conformar el 100% de los tubos intercambiadores de calor de estos componentes, un logro importante ya que no hay muchos proveedores calificados en el mundo (deben ser 5 en total contando a CONUAR). Este proceso de calificación fue implementado por personal del Proyecto de Extensión de Vida junto con especialistas de la planta de CONUAR-FAE.
En cuanto al proceso de instalación, principalmente en lo asociado a los generadores de vapor (en las que había que maniobrar piezas gigantes en espacios muy reducidos), fue planificado por personal del PEV e implementado con mano de obra local (EISA). Hubo una muy baja participación de tecnólogos extranjeros para estas operaciones de maniobra, todas exclusivas de una extensión de vida. No son necesarias en el caso de una construcción nueva, porque en ella el montaje de los componentes gigantes se hace en espacios despejados, todavía no invadidos por tuberías, cables o otros componentes menores que se instalan después.
En resumen, Argentina tiene las capacidades para afrontar en un 90% o más, la fabricación y montaje de componentes nucleares pesados como tanques e intercambiadores de calor. El proyecto fue dirigido en un 100% por personal del PEV, o sea bajo jefatura de argentinos.
A todo esto hay que agregarle que el combustible para nuestras centrales de potencia es fabricado en el país (lo que nos brinda seguridad energética y soberanía tecnológica). El costo del combustible argentino, uranio natural, medido por MWh generado, viene a ser la mitad del que tiene el uranio enriquecido que necesita la Hualong. En el corto plazo, no podremos fabricar en el país las cantidades ni las calidades del uranio enriquecido que quema una de estas centrales chinas.
El deseo de RQ de tener una Hualong es tan grande que ha promovido a este reactor de generación III a generación IV. Es demasiado entusiasmo: no hay reactores de esta generación funcionando en el mundo aún. Pero seguramente la CNNC (China National Nuclear Corporation) sonreirá ante ese cumplido.
Por otro lado, una central CANDU con las mejoras incorporadas por Embalse durante su extensión de vida se acerca notablemente a los equipos de generación III.
Pero lo definitivo es que una CANDU de marca argentina movilizaría de tal modo a la industria nuclear, metalúrgica, metalmecánica, electromecánica, de instrumentación, de montaje y de construcción, que generaría más de 7000 puestos de trabajo directo durante su pico de construcción, y mucho más puestos indirectos.
Y es trabajo calificado. Y son componentes y sueldos pagaderos en pesos, no en divisas. La Hualong, en cambio, es mayormente importación de componentes, se hará con una participación muy reducida de la industria argentina y, si se mantienen las prácticas habituales de China en su exportación de obras de infraestructura, hasta su terminación tendremos mucho personal chino. Y no sólo en los puestos directivos.
Hemos preferido consultar con el Ing. José Luis Antúnez, responsable máximo de esa epopeya tecnológica que fue la terminación de Atucha II en 2014, su entrada en línea en 2015, y el alma de la NA-SA histórica que cumplió con esa tarea.
Aclaración: cuando Antúnez dice “Proyecto Nacional”, es el nombre que le puso a la CANDÚ argentina que, antes de 2018, se iba a construir en el predio de Lima, al lado de las Atuchas I y II y la obra del CAREM. “Proyecto Nacional” iba a ser la marca de la máquina. Según los términos pactados con la CNNC, el inicio de obra de la Proyecto Nacional debía ser dos años anterior a la primera excavación de cimientos de la Hualong.
La reacción de Antúnez frente a las declaraciones de Quintana es ésta:
“La Argentina ha trabajado duramente e invertido mucho durante décadas para lograr capacidades científicas, tecnológicas e industriales propias respecto a las centrales nucleares de potencia de uranio natural y agua pesada, lo que ha quedado plenamente demostrado con las tres Centrales que se encuentran en operación.
“El Proyecto Nacional formulado en el 2014 en base a la Ley 26566 del 2009 incluye la continuidad de la línea de tecnología propia de uranio natural y agua pesada mediante la construcción de una Central de tipo CANDU más el comienzo de la incorporación de la tecnología de uranio enriquecido, construyendo la primera central de ese tipo.
“Abandonar, por razones coyunturales ese plan para continuar solamente con la construcción de la central de uranio enriquecido es la peor de las alternativas posibles.”