Por Andrés J. Kreiner
Hoy ya no se discute en el mundo el papel de la ciencia y la tecnología (CyT) como ingredientes esenciales para el desarrollo de un país con el objetivo de lograr mayores niveles bienestar.
Esto lo han comprendido los países más avanzados y por eso invierten porcentajes significativos de sus PBI´s en esta actividad. Nuestro país ha alcanzado solo un grado modesto de desarrollo y necesita incrementar significativamente su inversión en CyT. Sin embargo hay algunos sectores, como el nuclear, en los cuales se ha logrado sobresalir fruto de políticas públicas y del esfuerzo sostenido con continuidad durante décadas por el Estado. Uno de los últimos hitos ha sido la obtención de un multimillonario contrato, por parte de la empresa Invap, propiedad del Estado rionegrino, para participar en la construcción de un reactor nuclear en Holanda.
El sector nuclear genera un 6 por ciento de la energía que utiliza el país (que aumentará a 8 por ciento cuando Embalse entre en operación después de la extensión de su vida útil) y se autoabastece en materia de radioisótopos de uso médico, entre muchos otros logros más. Sin embargo muchos vemos con preocupación los anuncios y acciones que se están sucediendo en relación a este sector.
Las iniciativas de construcción de dos centrales nucleares adicionales, tomadas por el gobierno anterior, están muy demoradas (esto condujo al muy preocupante despido de muchos trabajadores calificados del área de Zárate, donde se ubica el complejo nuclear Atucha). La llamada cuarta central, de un tipo similar a las otras tres en operación, ya debía estar construyéndose. La tecnología que utilizan las tres en operación, basada en la utilización de uranio natural (o levemente enriquecido) y agua pesada es dominada y poseída en gran medida por nuestro país, fruto de décadas de experiencia y de inversiones significativas. En nuestra opinión esta tecnología debería ser preservada, mejorada y coexistir con otras opciones con las cuales puede ser complementaria.
Una de las inversiones significativas fue en la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP), propiedad del Estado neuquino y de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). La demora en la iniciación de la cuarta central, que demandaría una gran cantidad de agua pesada, está siendo tomada como excusa para poner en duda la continuidad de la planta.
Consideraciones cortoplacistas y supuestamente eficientistas (como “importar porque es más barato”, importando en muchos casos productos subsidiados de otras latitudes) no deben conducir a destruir un ecosistema científico-técnico-industrial exitoso que revierte en trabajo y actividad económica de calidad en nuestro país.
También se han tomado otras decisiones preocupantes como la quita a CNEA del paquete de acciones controlantes de Dioxitek, una empresa que hasta ahora estaba en sus manos y cuya misión principal es la de fabricar combustible nuclear. La idea es privatizarla.
Estas son acciones que los argentinos ya aprendimos a conocer en los 90: todas las actividades productivas en manos del Estado debían ser privatizadas.¿Si estas actividades son rentables, y precisamente por ello pueden ser privatizadas, porque no hacer participar al Estado de ellas para revertir las ganancias en beneficio de toda la sociedad, dado que es el Estado el que ha hecho las inversiones?
Para finalizar, en este momento el gobierno está impulsando un análisis reservado sobre la posible reestructuración de la CNEA, una de las instituciones que ha contribuido de manera decisiva al desarrollo nuclear exitoso e independiente. La discusión sobre su futuro es una cuestión demasiado trascendente como para ser tratada de esta forma y amerita ser debatida ampliamente por sus principales actores, los trabajadores, la sociedad argentina y sus representantes.
Andrés J. Kreiner // Investigador superior CNEA-Conicet. Miembro de la APCNEAN
*Publicado en el diario Página 12 el 17 de abril de 2018.